Imaginad: Torredembarra, verano de 2008. Glenclous está comprándole ropa a su sobrina A. La madre de A. llama por teléfono. ¡RIIING! (si os queréis hacer una idea más exacta de la situación, aquí tenéis el tono de mi móvil)
-¿Diga?
-Glen, ya he terminado con lo que estaba haciendo. Dime dónde estáis, nos reunimos y así vamos juntas a la playa.
-Puess… Hemos pasado por la panadería esta… ¿Cómo te lo diría? Sí, la panadería que hay donde antes estaba la botiga de Tomás, para encargar las cocas de cebolla.
-Ca la Feliça.
-Sí, eso. Y luego subíamos hacia el supermercado este… a ver… el que antes era el supermercado de los Huguet, para comprar los ingredientes del risotto que voy a haceros.
-El supermercado Fraga.
-Ese. Pero de camino hemos estado mirando ropa y ahora nos estamos probando unos vestidos en… sí, mujer, aquí… en la tienda de ropa donde estaba antes la heladería de los Colosos.
-Bonita, tú te sabes el pueblo de hace 20 años. O vienes más a menudo o al final sólo te entenderemos los mayores de 40.
-Sí, ¿no?
En fin, que el risotto me salió de fábula. La coca de cebolla típica de Torredembarra sabe exactamente igual que cuando era pequeña y cada vez que le doy un mordisco vuelvo a tener seis años. Le he dado un par de pataditas a la dieta y no me arrepiento en absoluto. Aunque para compensar he retomado mi costumbre de ir nadando a tocar las boyas que ponen allá lejos, en el fondo. Y he comprobado que Torredembarra sigue igual aunque las tiendas tengan otros nombres. Se me acabaron las mini-vacaciones, pero las he disfrutado una barbaridad. A ver si con suerte me puedo tomar otras pequeñitas en el mes de agosto…